domingo, 11 de julio de 2010

21- Ema sin sombreros, cruzando la línea de las pesadillas



Con tormentas imprevisibles y traicioneras
se despedía el verano.
Febrero flotaba en el agua, como un tanque de lata,
vacío y azul.
Ema despertó a Marzo con perfume marino,
despeinada, sin sombreros,
cruzando la línea de las pesadillas,
como quien cruza una zanja repleta de muertos.
Soñó con Tomás, justo una noche antes
de que dejaran en la casita del correo
un paquete azul, con dibujos de unos ojos esfumados.
Ema salió a mirar, Mr Cook dormitaba
Junto a unos limones caídos en el jardín.
Tomó el paquete, lo abrió con manos temblorosas:
Era un libro con tonos verdes y azules en la tapa.
Llevaba un título, que al leerlo,
A Ema se le congeló la piel.
De los nudillos de la mano derecha le salían hilos de plata,
Que ayudaron a desplegar las hojas:
“Mi niña de las escobas, en su ojo de tiza”- rezaban las grandes letras.
Comenzó a llorar
Y toda la mañana llovió con suma intensidad,
No servían los paraguas, ni daban a vasto las alcantarillas.
Nubes turquesas de relámpagos caían sobre las veredas.
Ema sólo pudo pensar en su terraza,
En volver a trazar su ojo protector,
Sentarse en el iris sin pestañas
A resguardarse de los años oscuros en su memoria.

domingo, 18 de abril de 2010

Sin Gastón


Diciembre sin Gastón.

Ema sube y baja de su terraza perfumada
de jazmines y limoneros.
Recorre con la vista la geografía
de su barrio de cenizas.
Azul es el paisaje de los tejados y
los tanques de cemento.
La primera estrella ha caído oblicua
sobre un balcón negro, triste,
de donde proviene una música de circo.

Sin Gastón...

Las brújulas de Ema han perdido el norte,
los llamadores de ángeles no anuncian
ningún regreso.
Sólo que lo espera, sólo que lo piensa.
Quiere perderse en un calidoscopio, ser lentejuela,
y flotar en el líquido, volverse líquida,
flotar y girar.
Es sólo que el dolor en el comienzo del día,
es tormenta, rayo fulminante.

Sin Gastón...

Ema contempla una bandada de pájaros negros
en las copas de los árboles,
y grita su nombre llorando
las luciérnagas vienen a reposar en su pelo,
y es tan inmensa su hermosura
como su tristeza.

viernes, 26 de marzo de 2010

Ema, en los días de la búsqueda, dentro del ojo de tiza (Parte 20)



Ema está feliz porque Joaquín, el niño mago,
Aprendió a decir “estrella”.
Dice que eso es un buen síntoma
En los niños con su condición.
Suele decir: -Un niño que dice “estrella” a su edad,
Será guía, sabrá decirnos
Hacia dónde va nuestro corazón.
Faustina disfrutaba de los vaticinios sobre su hijo
Mientras Ema iba y venía de la tienda de sombreros .
Alguna que otra vez, la vimos llena de carpetas y papeles,
Membretes azules con la palabra “embajada”.
Se me antojó que esa palabra era para Ema,
Como “estrella”, para Joaquín.
Luz, entendimiento, el placer de lo nuevo,
La angustia sutil de no poder alcanzarla,
Dulce esperanza.
También la vimos tomar el tren hacia el lugar del que volvía
Con ramilletes de manzanillas,
Los cambiaba allí, amorosamente,
Por nomeolvides y jazmines del país.
Tenía un sueño en los ojos violetas, un rezo,
Una empresa imposible.
Ella solita, de azul marino la tiñó la noche
En su terraza, dentro del ojo de tiza,
Convocando a la procuradora de los sueños bonitos:
- Maribel... haceme soñar con él, con sus libros, sus lentes, su pelo de miel.
Que venga con mis cinco jirafas hasta los pies de mi cama,
Como vienen los rayos de luna al amanecer.

Maribel pasaba justo por la vereda en su ronda nocturna,
Llevaba con ella una canción robada, un arrorró.
La suspiró, la tarareó, la silbó,
Y la estrofa de la cuna y la luna,
Quedó colgada del limonero.

domingo, 17 de enero de 2010

Ema, fines de carnaval, campánulas en las sienes (Parte 19)


Fines del carnaval.
Despedida de mascaritas
y compases de murga.
La comitiva del circo decidió
que ya era hora de partir.
Nos despedimos del domador
en el patio de la casa de Ema,
ella y Faustina vestían de celeste,
Acuario les hacía guiños desde las pestañas
hasta las zapatillas blancas.
Ema propuso ese color, muy efectivo,
para atenuar el azul petróleo de las despedidas.
Paso la mano en la que llevaba los anillos
muy suavemente sobre las macetas de malvones,
y de todas comenzaron a brotar flores rojas y blancas.
Nos miró después, divertida, con una mariposa rosada
Escapándole de la cintura:
- Así está mejor- con la otra mano secó una lágrima de Faustina
y en la mejilla le quedó dibujado un sol.
- El Francés te mostró una parte del mundo,
de la que vas a poder escribir- dijo con una sonrisa de bruja consejera-
El hombre que se sienta a tu mesa, que duerme en tu cama,
sostiene tu mundo y te prepara el papel y la pluma,
además... te ceba mates con miel.
Esto último lo agregó dándole a sus palabras
Un tono determinante y dulce a la vez.
Pasando una mano por el cabello de Faustina,
dejó sobre sus sienes campánulas rojas,
brillantes y volátiles.
El domador y la niña golondrina
doblaron en la esquina de la plaza
y ya no los volvimos a ver.

jueves, 14 de enero de 2010

Ema entre remolinos verdiazules (Parte 18)


Una vez dentro de la tienda de sombreros,
Nos llegó el tranquilizante sonido
De una pava hirviendo.
La señora de la casa nos saludó a las dos
Con un beso afectuoso.
Ema, con dedos temblorosos,
Se probó tres sombreros,
Como si a eso hubiésemos ido.
-¿te gusta el verde? Te lo regalo,
dijo la señora extendiendo sus brazos,
desplegando un perfume a madreselvas.
- Muchas gracias por llevar a Mr Cook
de vuelta conmigo. Extrañaba a ese gato imposible.
- Si pudiera yo devolverte a alguien mas... me moriría tranquila.
Ema tocó su mejilla, le pasó el dedo índice
Por los párpados que la señora entornaba.
Vi con asombro saltar por sus cejas
Un montón de jirafitas de colores,
Que desaparecían en sus sienes.
Los ojos de Ema, encendidos,
Decían mas que su voz.
- Ema, querida Ema , extraño los ojos marinos de mi hijo.
Ema la abrazó, de entre ellas brotaron
Pequeños hipocampos dorados.
Se soltaron, Ema extendió la mano derecha,
Tenía en ella unas gafas de leer muy pequeñas.
- Los ojos de Tomás...señora... se los cambio por mis cinco jirafas...
Se produjo un largo silencio,
La pava chillaba en la cocina,
La señora clavó sus ojos oscuros en Ema,
Y por la ventana abierta,
Penetraron remolinos verdiazules,
Procuradores de lágrimas.
Lloramos las tres... horas infinitas.