miércoles, 28 de octubre de 2009

Ema de membrillo, vuelta al mundo y manzanilla (Parte 11)


Ema de membrillo, vuelta al mundo y manzanillas (Parte 11)

La encontré en una calle cercana a la estación,
qué bonita iba, sus ojos:
confundidos con las flores del Paraíso.
Llevaba una pena colgando del bolso,
la tristeza le había hecho una trenza
y reparé que no tenía sombrero.
Ema vestida de membrillo y Mr Cook, trompo dorado,
treparon al andén.
- Ema, ¿a dónde vas tan temprano?
- A cumplir una instrucción- dijo tan grave que me asustó.
-¿Es muy difícil?
- Hay unos ojos de calidoscopio en un lugar... y me están esperando.
- ¿Qué es ese lugar Ema? ¿Te puedo acompañar?
- Voy al manicomio, en unas horas estoy de vuelta.
Me mostró su bolso, llevaba caramelos de guinda.
Vino el tren,
el viento que trajo desplegó mariposas de sus hombros,
y de las medias furiosas, le brotaron margaritas.
En segundos, Ema desapareció.
Por la noche, pasó por mi casa cantando canciones de abuela,
con ramitos de manzanillas atados a su bolsito.
Todo el día pensé en ella, cuán terrible, un manicomio.
Cuando le pregunté cómo le había ido,
con su sonrisa de luna nueva
y lagrimita de mercurio azul, respondió:
- Me regalaron una vuelta al mundo,
y una muñeca con vestido a lunares
-¿Y dónde están??- porque Ema es así, es de inventar...
-Acá- me dijo, tocándose el costado del corazón.
Me quedé mirándola, las medias caídas, la trenza bien peinada...
-Te habrá sido difícil cumplir esta instrucción.
- No te creas, me traje sus risas en estas flores de manzanilla
- ¿Y sus llantos??
( A ver si Ema cree que un manicomio es cosa de chiste)
- No hubo llantos, sólo risas, sus caras como lámparas, sus manos, generosas como una sombra.
Siguió caminando sola.
Mr cook se sentó sobre los malvones de mi ventana,
el gato imposible tenía esas cosas.

lunes, 19 de octubre de 2009

Ema azul marino, sonrisa de lucero y su segunda instrucción (parte 10)


Ema azul marino, sonrisa de lucero, y su segunda instrucción (Parte 10)


Imposible dormir en estas noches
en que Ema anda cumpliendo sus instrucciones.
Es un ir y venir de Clodomira, de terraza en terraza,
Mr Cook escapando del sombrero a medianoche,
gato dorado dibujando arabescos
con su andar de carnaval.
Ema y su séquito de mariposas extraviadas,
al amparo del vuelo de su falda.
No preciso abrir la ventana para ver a Ema,
bella como una ofrenda.
La noche la vistió de azul marino,
y le puso el lucero por sonrisa.
Llevaba cofrecitos color ciruela
prendidos de un hilo de plata,
guirnalda sobre sus hombros nocturnos.
-Ema ¿A dónde vas con ese cacharrerío?
- Son los cofres donde todo el vecindario ha guardado
un deseo para sus sueños. Maribel me está enseñando...
-Vas a cumplir los sueños de los vecinos, Ema? ¿Y el mío?
- No me hace falta tu cajita, sé tu sueño de memoria, se parece mucho al mío. Te dejo, se hace tarde.

Durante toda la noche oí reír a Ema con Maribel,
de los árboles dormidos, escapaban bandadas de pájaros.
Rieron hasta casi salir el sol.
No recuerdo si soñé: en mí, el sueño y la vigilia,
tienen vestigios de sinrazón,
pero nuestra calle de cornisas inconclusas,
de azaleas en las ventanas grises,
amaneció celeste de lumbre, y
un durazno grandote como un sol,
colgaba de la terraza de Ema.
Salieron ella y Maribel con sus risas de aquelarre,
a encontrarse con el día.
Un séquito de mariposas blancas
iba detrás del gato dorado,
zig zag de azúcar doblaron la esquina.

domingo, 11 de octubre de 2009

Ema, verde manzana y su primera instrucción






Ema, verde manzana, y su primera instrucción (parte 9)


Septiembre fines,
incontables estrellas contornean la luna,
y Ema serpentea la calle de los paraísos.
Verde manzana y sombrero encantador.
Es tan preciosa la visión, que temo hablarle y se rompa.
Mr Cook la acompaña, va con la cola erguida,
como corresponde al gato de una bruja.
Ema mira hacia mi ventana,
camina, botas negras, luciérnagas lleva detrás de las orejas.
-Ema, ¿a dónde vas con Mr Cook y tan luminosa compañía?
Veo que conseguiste por fin usar tu sombrero...
-Sólo un ratito, una tregua con este gato imposible,
para seguir las instrucciones.
La miré interrogándola.
-Vamos a la esquina de la casa donde vivía Mr Cook, a contar estrellas.
-Ajá, a contar estrellas... - le dije estupefacta.
-Sí, sólo las que tienen destellos naranjas.
-Ema... no hay estrellas con destellos naranjas...
Mr Cook se detuvo mirándome, las luciérnagas revolotearon
hacia los paraísos, la luna bajó a mi ventana, sólo en pocos segundos.
La sonrisa de Ema penetró en mi corazón, como un rayo.
-Te veo en un rato- me dijo.

Y le creí, para siempre le creí.
¿Qué destellos podrían negarse a semejante contaduría???

Ema, vainilla y caramelo, portadora de instrucciones


Ema, vainilla y caramelo, portadora de instrucciones (Parte 8)


Decidimos, Ema y yo, hacer guardia
en torno a Mr Cook.
En cuanto saliera a cumplir con su naturaleza,
le quitaríamos el sombrero para principiantes.
Ema se dedicaría a explorarlo.
Así de simple, así de sencillo.
No sabíamos en qué momento de la tarde ocurriría,
entonces, sentadas frente a la ventana
con malvones blancos en el alfeizar,
ideamos el plan.
Ema guardaba silencio,
la luz de la casa se tornó tenue,
una vaquita de San Antonio bajó de la tapa de la azucarera,
Ema puso su dedo índice en función de la trepada.
levantó la vista y desplegó sus fulgores sobre mí.
-Mr Cook está afuera -dijo, llevándose el mismo dedo a los labios, el dedo portador del bichito -Shhhh
Ni ella ni yo vimos salir a Mr Cook del sombrero, pero el caso es que no estaba allí.
Ema lo tomó entre sus manos, en el camino pateó un cesto
con ovillos de colores, verdes y naranjas desparramados
en el parqué.
El sombrero tambaleó, se dio vuelta y cayó un papel.
Afuera gritó un vendedor de diarios, frente nuestro,
saltó Mr Cook como un rayo a meterse en él.
-¡Ema, tanto esperar! Traté de sacudirlo y espantarlo.
Ella me detuvo, con el papel en la mano,
los cordones de sus botas desatados,
la vaquita de San Antonio entretenida en su flequillo.
No me dejó leer la letra prolija y azul.
Miré hacia la ventana, porque acababa de penetrar
un suspiro de vainilla y caramelo.
me miró grave, hada naranja, torpe,
enredada entre lanas verdes.
-Este no es un sombrero cualquiera.
-No, es uno lleno de pelos de gato -contesté molesta.
Sin hacerme caso, firme y convencida, respondió:
-Viene con instrucciones, por favor, urgente, abrí mas la ventana.
Lo hice, aspiró una bocanada de caramelo y vainilla,
preciosa en el límite de la noche,
me sorprendió su carita de bruja.